julio 05, 2013

El arco iris de gravedad - Thomas Pynchon

La vida de Pynchon es profundamente enigmática. Es un autor recluido, alejado, como un místico, de los medios de comunicación, de las entrevistas, del periodismo cultural, así como de los conglomerados de escritores. En sus apariciones estelares en la serie Los Simpson, Pynchon tiene puesta, de forma permanente y fatal, una bolsa con un signo de interrogación consignando su rostro.

Las novelas de Thomas Pynchon (1937 - ) siempre me han provocado una profunda inquietud y, a la vez, una prolija admiración por el talento narrativo del autor. El escritor nativo de Long Island posee una capacidad desbordante para combinar géneros literarios y volver compleja, por el arte de la digresión, el dato erudito y trivial, sus tramas y las diversas subhistorias que van girando como satélites y a veces como complejos sistemas de anillos. Las obsesiones que acosan a Pynchon recubren cada sedimento de su densa obra. Aborda como nadie el surgimiento de las inmensas redes industriales y de masas que se originaron a partir de la Segunda Guerra Mundial.

Su primera novela, V., apareció en 1963, a la cual le siguió La subasta del lote 49 (1966), Vineland (1990), Mason y Dixon (1997) y Un lento aprendizaje (1984), el cual es una colección de sus relatos. Arco iris de gravedad, una obra maestra imprescindible, se publicó en 1973. Un año después, se le negó el Premio Pulitzer, ya que los jueces consideraron que la novela exponía acontecimientos indecentes y groseros. A pesar del rechazo obtenido del stablishment intelectual, en 1994 se le concedió el National Book Award.

El Arco iris de gravedad relata cómo es que Tyrone Slothrop, un militar estadounidense que trabaja en el departamento de inteligencia, ha sido objeto de un experimento relacionado con el Imipolex G, un plástico que terminará sirviendo para recubrir los cohetes. Laszlo Jamf, inventor del aislante para bombas, un alemán desquiciado y futuro científico nazi, llevó a cabo experimentos pavlovianos con Tyrone, hasta que condicionó los genitales de su conejillo de indias para que se excitaran ante la presencia del Imipolex G. Así, el protagonista sufrirá, en su etapa adulta, recurrentes erecciones involuntarias a consecuencia de los agónicos e invariables bombardeos que se ciernen sobre la Inglaterra de 1944. Su conducta inusual comienza a levantar numerosas sospechas en el paranoico ejército norteamericano. Convencidos de que Tyrone oculta un secreto determinante, deciden investigarlo insaciablemente.

Con esta novela, Pynchon trata de relacionar la pérdida de la sensibilidad natural con la paulatina intromisión y asimilación de la violencia planetaria en las estructuras psíquica de la humanidad. Obviamente, su protagonista, creado con una alta dosis de sarcasmo, simboliza la aparición de un nuevo espíritu de época, acorde con la apatía y la pérdida del espacio íntimo. Pynchon, anti-nietzschiano, aduce que a partir de la Segunda Guerra Mundial la posibilidad del ser humano se redujo a un súper hombre invertido: excitado con la masacre masiva, la violencia exaltada y la guerra a nivel mundial. Así, la idea de Nietzsche, de un ser superior, queda oculta bajo la forma de un ser anti-natural, condicionado a experimentar excitación por algo repulsivo.

El sarcasmo, elocuente por agresivo, radica en que los bombardeos cobran un sentido diametralmente opuesto al normal. Despojar de phatos dramático a un ataque, y fijar la rotación narrativa en los ejes testiculares de su protagonista, constituye una de las grandes burlas y críticas a las políticas militares y, por ende, al hombre surgido de esas experiencias traumáticas.

Para Pynchon, las guerras a escala mundial condicionaron al hombre a una insensibilidad extrema, muy preocupante, y que hoy en día parece dominar la escena de la cultura. La proliferación de películas de acción, de guerra y thrillers a los James Bond, no nos causan angustia ni despiertan en el espectador ningún sentimiento de aversión. Al contrario: se estimula un cierto morbo, un placer abyecto; un tipo de excitación. Estamos anestesiados por una cultura que ha normalizado la existencia e intervención de acciones militares para resolver conflictos entre países. Estamos condicionados por el marketing del cine y de la televisión, al punto que llegamos a consumir compulsivamente todo aquello que nos prometa un grado apreciable de escenas espectaculares.

Tyrone Slothrop aspira a ser la conciencia de todos aquellos entes enajenados adentro de la gran matrix de la violencia, hecha a imagen y semejanza del dinero. Aún más: cada uno de nosotros, en algún momento de nuestra vida, hemos experimentado una excitación, una especie de orgasmo, un oscuro placer al ver las explosiones, los efectos, los tiroteos, el fuego y contrafuego de las acciones bélicas o al ir avanzando por los videojuegos de matanzas. Sin excepción, hemos sido cómplices de la guerra y la ignominia. Pero para nuestra tranquilidad, debemos saber que hemos actuado involuntariamente, condicionados por un CD, por un celuloide o un chip de silicio, no tan distintos del eréctil y orgásmico Imipolex G.


--Cortesía de Dino Trajeado.

 (05- julio - 13)


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