agosto 12, 2013

El congreso de literatura - César Aira

En La Silla del Águila (2003) Carlos Fuentes predice que César Aira será el primer argentino en ganar el Premio Nobel de Literatura en el año 2020, como una especie de respuesta seis años después a la publicación de El congreso de literatura (1997). Y es que la novela de Aira cuenta la historia de César, escritor, traductor y científico loco que intenta dominar el mundo clonando en cantidades industriales a Carlos Fuentes, un genio célebre que supera su inteligencia. Para ello, asiste a un congreso de literatura en Mérida, Venezuela, con el fin de conseguir una célula del autor mexicano. 

La elección de Fuentes no es fortuita. Aira, como una parte de quienes produjeron su obra después de las grandes novelas del boom, hace una burla estrambótica de lo real maravilloso. Fuentes quizás sea el autor vivo latinoamericano menos distante al estilo de Aira, al menos de  los demás brillantes exponentes vivos del boom, como García Márquez o Vargas Llosa (me viene a la mente el gran “Chac Mool”, con su aire urbano y prehispánico tan único). Claro, Aira está emparentado con sus compatriotas con su desbordante imaginación, al mero estilo de un Macedonio Fernández, Borges y Cortázar (pero no puede recurrir a ellos porque ya están muertos), de misma laya, pero, obvio, Aira va detrás de ellos a un par de años luz. Fuentes, por el otro lado, es quien mejor encarna la figura del intelectual globalizado, desde mucho antes que Vargas Llosa (quien ha tomado el relevo después de su Nobel).

Aira intenta jugar con las convenciones de lo real maravilloso, pero introduciendo el elemento científico y desplazando las explicaciones culturales implícitas. Así comienza su novela: con el famoso y ficticio “Hilo de Macuto”, en Caracas. Un misterioso mecanismo monumental dejado por los piratas siglos atrás para ocultar un tesoro, de esas anécdotas folclóricas de la que está tupida la literatura latinoamericana. Pues César, el personaje principal, logra descifrar el enigma y hacerse del cofre, de fama mundial y de una posición privilegiada para llevar a cabo su plan.

El relato está escrito en primera persona y es muy breve. Aira cuida el estilo, cada una de sus palabras y frases. Se agradece su agilidad, esa forma de tomar en cuenta al lector y no hacerle perder el tiempo con explicaciones y descripciones larguísima, como el propio personaje-autor deja en claro. Aunque arma de dos filos, tal pareciera que algunas justificaciones, necesarias, se insinúan, pero, a veces, no existen. Como bien se ha observado, la forma de narrar de Aira es “una fuga hacia adelante”, una manía por hacer avanzar las acciones con inmensa inventiva, con el afán de propiciar una lectura vertiginosa y con giros inesperados.


Estoy convencido de que El congreso de literatura, que ha recibido críticas buenas y malas, es una hiperbolización de lo real maravilloso. Pero no es una crítica mala leche: es una gran broma que debe leerse así y no con el apasionamiento de quien admira a los grandes autores del boom. Como bien se ha marcado: nadie puede tomar en serio a alguien nacido en Coronel Pringles y Aira es el primero en poner tal énfasis en eso. Al final, este libro magnifica la flora y fauna de lo real maravilloso hasta lo esperpéntico, aunque más bien en la veta de Macedonio Fernández: un tesoro pirata, máquinas de clonación, un científico demente (escritor y traductor), un congreso de literatura en Venezuela, gusanos gigantes y apocalípticos, y un Carlos Fuentes ficticio. ¿Qué más se puede pedir?

 (12-agosto-13)


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