diciembre 18, 2013

El francotirador paciente - Arturo Pérez-Reverte

Después de su elogiadísima novela sentimental El tango de la Guardia Vieja, publicada en el 2012, al final del 2013 Reverte nos trae una breve historia titulada El francotirador paciente que, superficialmente, se aleja de sus temas predilectos e incursiona en el famoso street art. En ella nos narra las vicisitudes de una académica especializada en arte urbano que acepta el reto de encontrar a un enigmático y evasivo grafitero conocido internacionalmente, con el fin de proponerle una exposición, la edición de su obra en ejemplares de lujo, que lo harán millonario y, con ello, darle coba para que ingrese al parnaso de la historia del arte tradicional, codeándose con los grandes, como Miguel Ángel, Leonardo y Picasso. Fusión de Banksy y Salman Rushdie, influenciado por las calaveras de Posada, el artista callejero, conocido por su firma Sniper, vive oculto no solo porque su actividad es ilegal, sino porque en una de tantas incursiones convocadas por él, a manera de reto a sus seguidores, uno de sus fanes muere accidentalmente. Tras el escándalo mediático, el padre del chico, un poderoso empresario, jura encontrar a Sniper y vengarse.

Como podrá adivinar el lector, la novela construye la imagen de Sniper a través de múltiples testimonios que pasan por la voz del personaje principal, pues está contada desde la primera persona. Acompañamos a la protagonista en sus pesquisas a través de Madrid, Lisboa, Verona y Nápoles. Reverte, para poder escribir esta novela, utilizó las técnicas del periodismo de guerra, tan bien conocidas por el autor, e incursionó en las pintas ilegales en compañía de grafiteros importantes en España y en Italia. Las sensaciones del ambiente callejero y la adrenalina de las grafiteadas ilegales (“Si es legal, no es grafiti”) las logra transmitir eficazmente. Todo el entramado novelesco refleja el trabajo de campo hecho por el autor en el submundo urbano de las pintas. Reverte prefiere el uso de un personaje principal lésbico para justificar, quizá, la tosquedad en la voz femenina, un recurso muy barato que palia las posibles filtraciones masculinas en ella.

La historia contiene los ingredientes clásicos de sus novelas: villanos e idealistas, los códigos del honor,  los antihéroes, la violencia y la indiferencia ante esta. A riesgo de arruinarles la trama, solo diré que El francotirador paciente responde al mismo esquema de la extraordinaria El club Dumas (1993)… hasta el desenlace es un calco de ella. En ese sentido, es lamentable el autoplagio, la estética formularia tan cara a esos libros best seller que inundan las estanterías de las librerías. Esta historia, tal parece, le sirvió a Reverte como una especie de ensayo sobre el estado del arte actual y ahondar, infructuosamente, en la vieja perorata que enfrenta arte comercial con arte “puro”. Al final, Reverte parece creer que la academia diseca y deshumaniza cualquier manifestación del espíritu humano. En tal sentido, es una novela intrascendente que no agrega nada al debate, una especie de híbrido mal concebido entre su Dumas y El pintor de batallas (2006).

El autor es muy consciente de sus limitaciones como narrador y se apega a su estilo incisivo, elegante en la elaboración de imágenes, preciso en el uso del lenguaje. Sin embargo, queda muy muy lejos de sus thrillers más brillantes, como la asombrosísima Tabla de Flandes (1990), El club Dumas (1993) y La piel del tambor (1995). Es un texto recomendable que mantendrá al lector promedio enganchado y que, tal vez, lo llegará a sorprender tras la resolución de las indagaciones. Personalmente creo que es una novela a la que le sobran páginas, a pesar de su brevedad, y que es más provechosa y superior cualquiera de las tres novelas que mencioné. Con las reservas del caso, esta historia interesará a los lectores ávidos de un suspense estándar que, al mismo tiempo, sirva para adentrarse en el complejo mundo de los artistas del grafiti.

 (18 - dic - 13)


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